Viernes clásicos ::
Casa Farnsworth (Rohe I)
Este viernes lo dedicamos a la casa donde sólo a ciertos arquitectos les gustaría vivir, pero de la que todos hemos quedado fascinados. Aquí, en el equipo de MODUS-VIVENDI, hay varios apasionados de la obra de Mies, así que era obligatorio dedicar una serie de post a sus obras más emblemáticas. Este es el primero.
Fue construida entre 1946 y 1951, a unos 90 km al sur de Chicago a orillas del río Fox, que a veces inunda los alrededores y la vivienda parece flotar en el agua.



Es un templo dedicado al retiro y meditación de la Sra. Farnsworth. También es un ejemplo de modulación -todo se «mide» en función de las baldosas de mármol travertino empleadas para pavimentar las plataformas- y de prefabricación.


Esperamos que las disfrutéis igual que las vacaciones.
¡Un saludo!

Interesante entrada. Para mí, la mejor interpretación sobre porque esta casa inhabitable nos sigue dando tanto que pensar es la de Richard Sennet, que la ve como una arquitectura de lo sublime (en el sentido estético/kantiano):
“Al acercarnos nos entra el deseo de llegar cuánto antes para resguardarnos en ese refugio. La casa, sin embargo, no ofrece un santuario. La amenaza de la naturaleza que nos ha apremiado a llegar cuanto antes se refuerza tan pronto como se alcanza la terraza; no existe un refugio propiamente dicho capaz de cobijar a ningún ser vivo.(…) Tampoco ofrece ninguna seguridad la visión de las personas en el interior; da la impresión de que nadie se puede hallar a sus anchas en el interior (…) La intrusión de alguien que dormitase en una silla (aunque sea muy difícil dormitar en la silla Barcelona de Mies), o la visión de otra persona que leyese una revista comiendo patatas fritas; en fin, cualquier signo normal y corriente de lo doméstico resulta obsceno. Por el contrario, se trata de un espacio en el cual experimentamos el terror de la naturaleza agudizado más aún por un edificio que no nos ofrece ninguna promesa de refugio. Es una moderna expresión de lo sublime.”
Es decir, es la obra de un gran artista, pero de un arquitecto perverso.
Saludos,
Iago López